Puerto Frasquillo, un lugar en Tierralta

No sabes en que forma los lugares te van a habitar, ni los materiales, formas o espacios que tendrán en tus recuerdos. Así es como  empezó a vivir en mi, Puerto Frasquillo, un lugar en Tierralta.

Tierralta se me insinuó mucho antes de habitarme. Llegué allí, en un viaje de pre-producción de una ruta que Puente Consultorías realizaría por el río Sinú desde la tapa de la represa de Urrá hasta su desembocadura en San Bernardo del viento como parte de la experiencia  “El viaje es el Método”.

El paisaje que 2 años después sería cotidiano, apenas se dibujaba en ese primer recorrido.

La sabana de Córdoba se convirtió en piedemonte cuando tomamos la vía que del casco Urbano conduce a Puerto Frasquillo. Hicimos un alto para tomar un café y sentir el paisaje fresco bajo los árboles de yarumo, plataneras y cacaos. Tierralta y Valencia son la despensa de Córdoba con sus fértiles tierras de inundación.

Llegamos a Puerto Frasquillo que se encuentra ubicado a 40 minutos aproximadamente de Tierralta. Nos recibió una música que agrada a los Embera. Una mezcla de cumbia con sonidos fuertes y vibrantes de la percusión metálica.

Nuestro paso por el puerto fue corto y estuvo acompañado de miradas esquivas. Quisimos bajar un poco la tensión comprando algunas boletas para participar en la adquisición de la pesca del día: algunos bocachicos y bagres, una pesca insuficiente, que no sería buen negocio vender al detal. Los nombres y números los escribían un hombre delgado y de baja estatura acompañado de una mujer joven y morena que llevaban el producto exhibido en una bandeja. La rifa quedó registrada en una cartulina con buena caligrafía y márgenes para la sistematización.

Los sentidos estaban altamente estimulados y era fácil distraerse. Ventorrillos de misceláneas, algunos árboles, los letreros de las tiendas en varios colores, los trajes de los Embera, la reja que separaba el puerto de la gran represa que para ese momento no estábamos autorizadas a cruzar. Una mujer adulta se acerca y me extiende una invitación a su resguardo. A pesar de su timidez intercambiamos algunas pocas palabras y nos sonreímos.

La gente pasa rápido, los Jhonson llegan y se van. Nos ofrecen carne de monte y organizamos la logística para una lancha que Olga necesitaría en el viaje.

Caminamos con paso lento, mirada gacha y escuchando la voz baja de nuestro acompañante que nos informó de las transacciones del día en ese puerto, mientras caminábamos alrededor de la forma de U que tiene este lugar.

Entramos por inercia a un almacén agropecuario. Me encantan estos lugares en el caribe. Es allí, donde además de las plazas, que cada vez son más pocas, todavía se pueden encontrar artefactos de fibras, paja, algunas artesanías y las bien elaboradas fundas de machete Ituangueñas. Estas últimas están hechas en un lugar que geográficamente esta conectado de formas muy particulares con este puerto. Decoramos nuestras cabezas con sombreros de concha de jobo, una pieza sencilla, económica y muy bella, que usan los campesinos para proteger sus cabezas del sol.

Hoy estoy leyendo lecciones de estoicismo y aprendo que nada de lo que hay afuera o adentro  de este cuerpo que habito esta en mi control. Epicteto, reflexionaba hace 2 milenios, que lo único que podíamos hacer era juzgar lo que sucedía y de estos juicios se desprenderían futuras emociones, decisiones y visiones. El día que Tierralta se me insinuó, lo juzgué y ese juicio hizo que dos años después regresara pero con la ilusión del control. ¿Qué podemos controlar? Solo nuestros juicios, dicen los estoicos. Me gusta ese pensamiento, pero eso apenas lo estoy aprendiendo hace unos pocos días y a hoy, Tierralta ya me habita con sus múltiples formas.

Ahora bien, Epicteto no vivió en Tierralta, ¿le hace justicia entonces, la siguiente reflexión, a un lugar con tantas cargas históricas?

El hombre no está tan preocupado por los problemas reales sino por la ansiedad que imagina generan esos problemas […] El hombre no se perturba por las cosas, sino por la opinión que tiene de estas […] Los acontecimientos no le lastiman, pero la percepción de ellos sí”
Epicteto

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